Tras unos pocos meses de entrenamiento, afrontamos el primer reto de la temporada; el maratón de San Sebastián, uno de los más rápidos del país que discurre por un recorrido completamente urbano. La representación del club era cuando menos diversa: Pesca, un valor seguro en todo tipo de pruebas; Pirri, zorro viejo que se ha visto en mis batallas deportivas; Floro, un todo terreno siempre dispuesto a cualquier aventura; Modesto, tan correoso como molesto; y un servidor (Suso) debutante y gran incógnita de la carrera.
El viaje transcurrió sin sobresaltos, paisajes de secano semidesérticos, la añorada Galicia desde que se atraviesa el Padornelo y los espectaculares bloques graníticos de las tierras vascas. Seis horas y media de coche con una pequeña parada a comer, lluvia intermitente sin hielo ni nieve en todo el tramo de Burgos, lo cual es una suerte con el “pelete” que hace.
Llegada a San Sebastián, recogida de dorsales y compra de la camiseta-recuerdo, en cierto modo, un mal detalle para una organización de este calado. El hotel, espectacular, Astoria 7 se llamaba, a menos de 1km de la salida-meta, homenajeaba en cada habitación a un actor famoso con motivo de su estancia en el Festival de Cine de San Sebastián y sobre todo, lo más importante, nos permitieron utilizar la habitación hasta las 15.00h, lo cual es una comodidad increíble a nivel de duchas y relax después de la carrera.
La carrera: tres grados de máxima, lluvia intermitente, viento racheado en la zona de las playas. ¡¡La que nos esperaba!! El recorrido era casi llano, pero de algún modo, tal vez por las bajas temperaturas, se hacía pesado, a alguno le dolían las piernas desde el km dos. Aunque no discuto la dificultad de correr a esas temperaturas, entiendo que hay una cierta falta de condición física ante esa circunstancia.
En el plano individual, Pesca iba como un avión, comandando el grupo de tres horas, parecía no notar el esfuerzo ¡un lujo verlo correr con su casi metro noventa!; Pirri, brillante, tras 4 años sin correr una larga, a un ritmo constante, enrabietado por los calambres, cuenta la leyenda que hizo añicos un contenedor de basura entre la mirada atónita de los vascos; Suso y Floro hermanados, el horno no estaba para bollos, y se echaba en falta un par de meses de entreno; Modesto, a lo suyo, el estas fiestas ya se las conoce y sabe que la constancia es el secreto.
Resultado:
Pesca: brillante, espectacular, una locomotora, una máquina de devorar kilómetros 2h 57min, su mejor tiempo de siempre en maratón
Pirri: recibió una oferta de trabajo para liderar a los radicales vascos, creo que la rechazó, y con calambres hizo 3h 16min ¡mamaciña!
Suso: contentísimo, no paró en ningún momento a caminar, con dos uñas menos de los pies que serán donadas a cualquier causa humanitaria y un tiempo final de 3h 25min.
Floro: genial, tras el parón posterior al Ironman, con escasos kilómetros en sus piernas y ante las condiciones meteorológicas adversas 3h 27min dosificó perfectamente las fuerzas.
Modesto: ¡entrena! Con condiciones bárbaras para el atletismo se dejó ir estos meses, ganó peso y aún así bajo sin problemas de las 4horas (3h 58min).
Resultado: Una experiencia única para la gente que practica deporte, miles de personas haciendo sentir importante al hombre de a pie. Tanto voluntarios como espectadores volcados absolutamente con el deportista, se puede decir que el pueblo vasco sabe valorar en su justa medida el esfuerzo de los deportistas, ello sin olvidar el nivel de los participantes, que a mi me pareció brillante, casi nadie caminaba, y si lo hacía, cientos de voces lo animaban hasta conseguir que su aliento secara el cansancio del corredor. Lo peor, sobre todo el frío, pero también una organización rácana; si veis mi placa-recuerdo os da la risa, de los 12 euritos por la camisetita de marras ya no os digo nada y de los cacahuetes del final…